“Por las mañanasMi pequeñueloMe despertabaCon un gran beso.Puesto a horcajadasSobre mi pecho,Bridas forjabaCon mis cabellos.Ebrio él de gozo,De gozo yo ebrio,Me espoleabaMi caballero:¡Qué suave espuelaSus dos pies frescos!¡Cómo reíaMi jinetuelo!Y yo besabaSus pies pequeños,¡Dos pies que cabenEn solo un beso!”
“Me encuentro frente a él. Sus labios están tan cerca de los míos y poco a poco voy levantando mis pies discretamente para alcanzarlo y besarlo. Por un momento dudo de que ese beso suceda pero una sensación me invade. Me encuentro con sus labios acariciando los míos. En ese instante todo se paraliza. Mi cuerpo ya no se mueve, tampoco lo hace mi cerebro. En ese silencio solamente se escucha los latidos de dos corazones que han cedido ante sus impulsos. [pp. 81]”
“— Estaba por aquí y punto.—Y yo que pensaba que erais atentos y encantadores.Frunció el ceño.—¿De quienes hablas?—De los caballeros de brillante armadura, esos que salvan a las damiselas en apuros. —Me calle. Creo que me había dado un golpe en la cabeza.—Yo no soy tu caballero andante.—Lo sé —susurré.”
“Hacía avanzar la canción despacio, pero no pesadamente. La tocaba con la lentitud de un beso lujurioso. Y no es que en esa época de mi vida yo supiera mucho de besos. Pero viéndola allí de pie, con los brazos alrededor del arpa, concentrada, con los ojos entrecerrados y los labios ligeramente fruncidos, supe que quería que algún día me besaran con ese cuidado lento y deliberado.”
“Y sus sacerdotes jamás sospecharon que Pies y Manos no eran sino las extremidades de un mismo dios.”
“El soberbio hace su gran concesión y dice “Yo soy yo y mis circunstancias”, pero Edmundo vigilaba sus circunstancias, yo soy mi padre, mi rencor, mi universidad, mi máster imaginario, mis mentiras; soy mi madre, la venganza, la frente pronunciada, el mentón abrupto: soy Raimundo, Julio, Gregorio, mi contrato, mi jefe de personal; soy bailar y no creer y Cristina y soy criado por otros, siempre criado por otros. En cuanto a ser yo, qué predicado aceptaría puede el preso decir: yo soy quien se levanta a las siete y media de la mañana o ése es el reglamento de la prisión; en cuanto a ser, el yo exigía libertad, mas no la inútil libertad de escoger entre un jersey azul y un jersey amarillo sino la libertad de que sus circunstancias no le impusieran el participio de criado, el predicado de señor.”