“Bel es un gran lector de mi “geología” y me ha dicho algunas cosas que ningún crítico ha dicho. Es que la verdad yo no escribo para los críticos, sino para los hombres con aserradero. (Pablo Neruda refugiado en un aserradero).”
“LOS CRÍTICOS. Es una plaga que nunca pude entender. Si yo fuera un gran cirujano y un señor que jamás ha manejado un bisturí, ni es médico ni ha entablillado la pata de un gato, viniera a explicarme los errores de mi operación, ¿qué se pensaría? Lo mismo pasa con la pintura.”
“−Debe prometerme, entrenador, que no la lastimará.−Lo prometo.−Lo ha dicho demasiado rápido para mi gusto. La verdad es que no le creo.−Soy un hombre de palabra, y le prometo que no la lastimaré. −Flexionó las manos−. Cuando la asesine, lo haré tan rápido que no sentirá nada.”
“Son muchas las lecciones que da la muerte. A mí me ha enseñado un par de cosas que no se aprenden en los libros ni en los doctorados: que nada es para tanto y que siempre se puede escapar.”
“No estoy enamorado de ti. Ni siquiera despiertas en mí una de esas nostalgias aberrantes que los hombres de mi edad sienten con la proximidad de una vida joven: eres un ser inferior, Iris Mateluna, un trozo de existencia primaria que rodea a un útero reproductor tan central a tu persona que todo el resto de tu ser es cáscara superflua.”
“—Y hay más. Tan pronto no van a cortar tu planta de naranja-lima. Cuando la corten estarás lejos y no sentirás nada. Sollozando me abracé a sus rodillas.—Ya no me interesa, papá. No me interesa… Y mirando su rostro, que también se encontraba lleno de lágrimas, murmuré como un muerto:—Ya la cortaron, papá, hace más de una semana que cortaron mi planta de naranja-lima. Los años pasaron, mi querido Manuel Valadares. Hoy tengo cuarenta y ocho años y, a veces, en mi nostalgia, siento la impresión de que continúo siendo una criatura. Que en cualquier momento vas a aparecer trayéndome fotos de artistas de cine o más bolitas. Tú fuiste quien me enseñó la ternura de la vida, mi Portuga querido. Hoy soy yo el que tiene que distribuir las bolitas y las figuritas, porque la vida sin ternura no vale gran cosa. A veces soy feliz en mi ternura, a veces me engaño, lo que es más común.En aquel tiempo… En el tiempo de nuestro tiempo no sabía que muchos años antes un Príncipe Idiota, arrodillado frente a un altar, preguntaba a los iconos, con los ojos llenos de lágrimas:“¿POR QUÉ LES CUENTAN LAS COSAS A LAS CRIATURITAS?”Y la verdad es, mi querido Portuga, que a mí me contaron las cosas demasiado pronto.¡Adiós!”
“En Alejandría se ha dicho que sólo es incapaz de una culpa quien ya la cometió y ya se arrepintió; para estar libre de un error, agreguemos, conviene haberlo profesado”