“No, no son las palabras, son lo que está en las palabras, esa especie de cola de pegar, esa baba.”
“Pero el amor, esa palabra... Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado...”
“Y diré las palabras que se dicen, y comeré las cosas que se comen, y soñaré las cosas que se sueñan, y sé muy bien que no estarás. No estarás para nada, no serás ni recuerdo, y cuando piense en ti pensaré un pensamiento que oscuramente trata de acordarse de ti...”
“- Dejame seguir, che. Yo te diría que eso que vos definís como manía o entusiasmo es algo particularmente masculino, sobre todo a partir de la edad adulta, porque es archisabido que en los hombres el niño se conserva mejor que en las mujeres.- Como quieras, en todo caso yo buscaré siempre esas mujeres que se inventan cada cinco minutos el aeroplano o el submarino, figuramente hablando, que no pueden ver un par de tijeras y una hoja de papel sin recortar un conejito, que cocinan echando miel en vez de aceite en la sartén para ver qué pasa con las costillas de cerdo, y que en cualquier momento se ponen el rimmel en la boca y el rouge en las cejas. - Mutatis mutandis, vos querés que sean como vos, rimmel aparte. - No que sean como yo, pero que me hagan sentirme yo mismo a cada minuto. - Las musas, en una palabra. - No es por eqoísmo ni porque ande necesitando palancas para mover el mundo. Solamente que vivir con una mujer pasiva me aplasta poco a poco, me quita las ganas de cambiarle la yerba al mate, de cantar a gritos mientras me baño; hay como una especie de sorda llamada al orden, de cada cosa en su lugar, el canario está triste, la leche no se va al fuego, es siniestro.”
“Las costumbres, Andrée, son formas concretas del ritmo, son la cuota de ritmo que nos ayuda a vivir.”
“Se sabe que las bicicletas han tratado por todos los medios de remediar su triste condición social. Pero en absolutamente todos los países de la tierra 'está prohibido entrar con bicicletas'. Algunos agregan: 'y perros', lo cual duplica en las bicicletas y en los canes su complejo de inferioridad.”
“Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural. Las esperanzas lo saben, y no se preocupan. Los famas lo saben, y se burlan. Los cronopios lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina.”