“No tengo miedo. A pesar del dolor abrasador entre mis ojos y el conocimiento que algo viene por mí, algo que fácilmente podría arrancarme el bazo y hacerlo reventar como un globo de agua, no tengo miedo. Ella está conmigo. Ella es mi propósito y nosotros vamos a salvarnos el uno al otro. Vamos a salvarlos a todos. Y después voy a convencerla para que ella se quede aquí. Conmigo.”
“Y por qué es necesario tener valor? —le preguntó el gato con tono de indiferencia.—Porque, cuando haces algo a pesar del miedo que sientes —respondió ella—, necesitas tener mucho valor.”
“¿Es amor? No lo sé. No creo en el amor. Creo en la necesidad. Necesito comer para alimentarme, y si ella no está conmigo, si está enfadada, si no la veo, no puedo comer. Necesito respirar para vivir, y cuando pienso que ella no está conmigo, que está lejos, con otra persona, no puedo respirar. Necesito dormir, y si ella no está a mi lado, no puedo cerrar los ojos. En definitiva, necesito que esté a mi lado, que sea feliz, que me necesite como yo la necesito a ella para poder vivir.”
“Ella interponía siempre una barrera de rabia para que no se le notara el miedo. Y en ese caso, el más terrible de todos, que era el miedo de quedarse sin él.”
“Jesús, alguna vez quise decir las palabras, pero apenas podía admitirlo ante mí mismo, y mucho menos a ella. En el fondo yo sabía que era un pedazo de mierda, y ella se merecía algo mejor. Una parte de mí quería que la llevara a la habitación y mostrarle por qué ella era diferente, pero también fue lo único que me detuvo. Ella era mi opuesto: Inocente en la superficie, y dañada profundamente en su interior. Había algo en ella que necesitaba en mi vida, y aunque no estaba seguro de lo que era, no podía dar a mis malos hábitos y joderla. Ella era el tipo de las que perdona, yo podía ver, pero tenía líneas dibujadas que yo sabía que no debía cruzarlas.”
“Su suave risa resonó a través de mis oídos, y tuve el repentino impulso de echármela al hombro y salir corriendo de aquí. Asegurándome de que nunca le ocurriera nada malo. Respiré e intenté concentrarme a pesar del dolor que sentía por dentro. Ella no me conocía. Sabía que no me conocería, pero aun así se sentía como una patada en el estómago.”