“O… quizás el Destino se presentara en la vida como un vestido colocado sobre una cama, y uno pudiera elegir si ponérselo o ir desnudo.”
“¿O se trataba también de un sueño en una vida donde el sueño y la realidad están tan íntimamente ligados que inevitablemente uno acaba por triunfar sobre la otra?”
“En Nueva grandeza mexicana (1946), uno de los ensayos más ingeniosos sobre la ciudad de México, Salvador Novo considera que toda ciudad moderna debe elegir uno de dos destinos posibles: o extinguirse y mantener intacta su arquitectura (como la ciudad maya de Chichen Itzá); o pertenecer viva, transformándose y renovándose constantemente. Las ciudades y sus habitantes, escribe Novo, “se enfrentan por inescapable determinismo a un incómodo dilema: o la cripta honorable o la vida imprevisible: o la momia o el hombre: o el museo o la urbe”. Hasta ahora la ciudad de México ha logrado mantenerse viva y evitar el destino de tantos otros centros urbanos menos afortunados, que se han convertido en museos al aire libre o en meras atracciones turísticas sin vida propia. “A diferencia de Teotihuacán” escribe Novo, “ha sido el destino de México sobrevivir a costa de transformarse”
“Pienso que en la vida de cada uno de nosotros existe un libro similar, que de pequeños no nos limitamos simplemente a leer, sino que inspeccionamos y rebuscamos en cada uno de sus rincones como si de una habitación se tratara. Un libro así, rebuscado como una habitación, escrutado o interrogado como una cara en cada rasgo y arruga, nunca podremos juzgarlo como se juzga un libro, porque para nosotros ha abandonado la zona de los libros y ha pasado a vivir a la zona de la memoria y de los afectos.”
“Sólo el individuo que vive en soledad es una criatura sujeta a leyes profundas y si sale al empezar la mañana, o mira hacia la tarde que está vibrante de vida y comprende lo que le rodea, entonces todo se desprende de él, como si de un cadáver se tratara, aunque siga en la plenitud de la vida.”
“pensé en todos los que habitan en las ciudades y en quienes van de una ciudad a otra, de un país a otro, de un planeta a otro planeta, como si en algún lado las cosas fueran a ser mejor, como si en algún lado uno pudiera sacarse los zapatos, y sin temer nunca más, equilibrado en su destino, manejándolo en el puño, palpando directamente el valor y la gallardía en los latidos calientes de la esperanza, decir aquí me quedo y nada me moverá”