“— ¿Qué haces?Él arqueó las cejas.—Un sesenta y nueve.—Espera, ¿qué?—Limos se alejó de él y clavó las rodillas en la arena, negándose a moverse ni un ápice. —No puedes tocarme.Arik le regaló una sonrisa de lo más perversa.—No, pero tú sí que puedes hacerlo mientras yo te miro.”
“- ¿Por qué no puedes admitir que amaste la estúpida planta, papá? - Ella lo mira con una mezcla de asombro y frustración - No entiendo, ¿qué está mal en eso?- Porque es absurdo - le espera él, y el estado de ánimo de la sala de repente cambia - Puedes regar y podar una planta, pero no puedes �amar�, a una planta.Julie abre la boca para hablar, y luego la cierra.- Es una decoración sin sentido. Esta allí consumiendo tiempo y recursos, y entonces un día decide morir, no importa lo mucho que la regaras. Es absurdo darle una emoción a algo tan sin sentido y breve.”
“—¿Con cuántos has salido tú? —le preguntó.—¿Te refieres a los de estar un par de meses, o a los de pasar un buen rato sin compromisos?—No sé… todos en general… ¿Cuántos?—¿Te crees que me dedico a contarlos o qué?Fue como si le tirasen encima un jarro de agua fría. Entonces, el beso que se habían dado en el cuarto de baño aquella noche, con el historial de Kelsey,no debía de haber significado nada para ella. Claro que para él tampoco,¡faltaría más! Un beso. Un beso… tonto, estúpido e insignificante. Solo eso. Sonríofalsamente e intentó pensar en algo que pudiese dañarla, porque en esemomento, sin saber por qué, él también se sentía extrañamente dolido. —Vaya, así que ¿los jóvenes salidos de la urbanización te conocen como«Kelsey, la chica a domicilio»? —¿Qué estás insinuando?Se levantó del sofá y puso los brazos en jarras. Enarcó las cejas.—Lo que has oído, exactamente. Ni más, ni menos.—¡No te atrevas a insultarme! ¡Ni siquiera me conoces, James!—Ya, pero tú has dicho que tu lista de tíos es tan larga que ni siquiera puedes llevar la cuenta. —Se encogió de hombros y, muy en el fondo, advirtió lasatisfacción que sentía al ver el rostro enojado de Kelsey. Al fin y al cabo, éltambién estaba enojado”
“Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.”
“Puede que todas las personas a las que les va razonablemente bien tengan un perseguidor, un enemigo mortal. Puede que en la mayor parte de los casos no lo sepan; que ni se lo imaginen. Es alguien que te venera y te desprecia al mismo tiempo, simultáneamente. Que sigue cada uno de tus pasos con envidia. Que no ceja hasta que estás criando malvas.”
“—¿Por qué sigues creyendo en Dios? ¿No estás enfadada con Él por todas las cosas malas que te han pasado?Ella interrumpió lo que estaba haciendo y se volvió hacia él. Gabriel parecía muy infeliz.—A todo el mundo le pasan cosas malas. ¿Por qué iba a ser yo distinta a los demás?—Porque eres buena.Ella se miró las manos.—El universo no se basa en la magia. No hay unas reglas para las personas buenas y otras para las personas malas. Todo el mundo sufre en un momento u otro. Lo importante es lo que haces con tu dolor, ¿no crees?”
“Es inútil. El vacío auténtico, como un blindaje, acoraza su vida. Se detiene junto a una silla, la toma por el respaldar, hace ruido con ella golpeando las patas contra el piso; pero este ruido es insuficiente para desteñir el vacío teñido de gris. Deliberadamente hace pasar ante sus ojos paisajes anteriores, recuerdos, sucesos; pero su deseo no puede engarfiar en ellos, resbalan como los dedos de un hombre extenuado por los golpes de agua, en la superficie de una bola de piedra. Los brazos se le caen a lo largo del cuerpo, la mandíbula se le afloja. Es inútil cuanto haga para sentir remordimiento o para encontrar paz. Igual que las fieras enjauladas, va y viene por su cubil frente a la indestructible reja de su incoherencia. Necesita obrar, mas no sabe en qué dirección. Piensa que si tuviera la suerte de encontrarse en el centro de una rueda formada por hombres desdichados, en el pastizal de una llanura o en el sombrío declive de una montaña, él les contaría su tragedia. Soplaría el viento doblando los espinos, pero él hablaría sin reparar en las estrellas que empezaban a ser visibles en lo negro. Está seguro que aquel círculo de vagabundos comprendería su desgracia; pero allí, en el corazón de una ciudad, en una pieza perfectamente cúbica y sometida a disposiciones del digesto municipal, es absurdo pensar en una confesión. ¿Y si lo viera a un sacerdote y se confiara a él? Mas, ¿qué puede decirle un señor afeitado, con sotana y un inmenso aburrimiento empotrado en el caletre? Está perdido, ésa es la verdad; perdido para sí mismo.”