“Que comience el cuento de hadas una mañana de invierno, en tal caso, con una gota recién caída en la nieve marfileña: una gota tan brillante como un rubí bien cortado, roja como una solitaria mancha de clarete en un puño de encaje. Y lo que aquí se sigue, por consiguiente, es que el mal acecha detrás de cada ventana rota, maquinando malicia y encantamiento; mientras que detrás de los postigos cerrados los justos duermen sus sueños a esta temprana hora en la Ribera. Pronto despertarán para ocuparse de sus quehaceres; y uno, tal vez, será tan adorable como el día y estará armado, como lo están los justos, para enfrentarse a un triunfo predestinado...”