“El cinematógrafo es un arte esencialmente internacional y, como tal, muy representativo de nuestra época. Pero para ser digno de esa internacionalidad, un buen film se halla en la obligación de parecerse al país de que brota, de reflejar sus problemas, sus paisajes, sus costumbres, sus ciudades, su pasado, su presente. Hasta es su medio mejor y más seguro.[…]El cinematógrafo es nuestro medio de hacer de la tierra entera nuestro dominio, el inmenso parque, privado y público a la vez, en que cada uno de nosotros pasea sus curiosidades, sus ocios, sin más esfuerzo que el de sentarse en la platea (cierto es que en Estados Unidos y en Europa, hay que hacer antes cola, entretenimiento muy discutible) […]La más voraz empresa cinematográfica se había establecido definitivamente en Hollywood. Hollywood se había convertido en el melting pot en que hervían los talentos llegados de los cuatro puntos cardinales. Con franceses, italianos, checos, alemanes, noruegos, mejicanos, etc., actores o metteurs en scene, fotógrafos o directores, Hollywood conseguía films americanos cien por ciento. […] Hollywood se apoderaba del tesoro internacional de talento y de belleza. (V.O., 1950)”