“¡Qué astuto era el viejo! Ahora entendía tantas cosas… Le importaba un rábano lo que pudiera ocurrir con su vida, pero no así con la de su pupila. Su único objetivo había sido ponerla a salvo. Sacarla del tablero y ponerla fuera del alcance de sus perseguidores, al tiempo que la dejaba bajo la protección del único alfil capaz de mantenerla, al menos momentáneamente, a salvo.”

Lucía de Vicente

Lucía de Vicente - “¡Qué astuto era el viejo! Ahora...” 1

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“En el tapiz de la existencia de Alexander había un único hilo que no podría romperse con la muerte, el dolor, la distancia, el tiempo, la guerra o el comunismo. «No hay nada capaz de romperlo —susurró Tatiana. Y con su aliento, su cuerpo y sus labios, añadió—: Mientras yo esté en el mundo, mientras respire, tú perdurarás, soldado.»”

Paullina Simons
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“Al pueblo no le importaba la obra del diablo más de lo que le importa la obra de Dios, ni la del hombre. Sabía de oscuridades. Y con la oscuridad le bastaba.”

Stephen King, 'Salem's Lot
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“Era como si el reloj de pared se avergonzara o fuera consciente del horror de su cometido al marcar el paso del tiempo, arrebatando segundo a segundo la vida de los que, ajenos a ellos, tomaban tranquilos un café en la sala.”

Carmen Pacheco
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“Se trata del proceso de separación de los Dundas [...]. El marido era abstemio, no existía otra mujer, y el comportamiento del que se quejaba la esposa consistía en que el marido había adquirido la costumbre de rematar todas sus comidas quitándose la dentadura postiza y arrojándosela a su esposa, lo cual, estará usted de acuerdo, no es la clase de acto que se le suele ocurrir a un novelista corriente.”

Arthur Conan Doyle
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“Cerró los puños al sentir cómo aquel vacío crecía hasta amenazar con devorarlopor entero. Contempló la negrura que era su vida y comprendió lo que llevabasemanas negando. La amaba. La amaba de verdad. Tanto, que sin ella, su vida seríauna sucesión interminable de días estériles y noches desoladoras.Pero Donna se había ido sin decir una palabra.Aun así, se preguntó, si él le hubiera confesado su amor, si se hubieraarriesgado a sufrir su rechazo y le hubiera confesado lo que sentía, ¿se habría ido?No lo sabía. Pero, maldición, ya estaba harto de retirarse. Iba a aferrarse a laoportunidad que se le ofrecía, la que tantas personas afortunadas daban por hechatodos los días: la oportunidad de amar, de pertenecer a una familia.Con paso rápido atravesó el despacho y salió por la puerta. Desfiló con pasoraudo hasta el despacho del coronel, que estaba al final del pasillo. Llamó con losnudillos y abrió la puerta lo justo para asomar la cabeza.—Solicito permiso para tomarme el día libre por asuntos personales, señor —lepidió.—Concedido —gritó el coronel hacia la puerta que ya se estaba cerrando.”

Maureen Child
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