“—¿Qué has hecho? —preguntó al ver cómo ella tiraba los documentos de su acuerdo partidos por la mitad al suelo.—Parece mentira que no me conozcas. Yo improviso, querido, jamás se me ocurriría avisarte por adelantado de qué va a pasar el día de tu cumpleaños o de cómo vas a tener que vestirte el día de nuestro aniversario.Él sonrió; joder, debería habérselo imaginado.”
“—Por cierto, antes de que se me olvide. —Él rompió el silencio—. Creo que debería decírtelo, es algo que no puedo ocultar y que acabarás por enterarte.Ella se inquietó, por la forma en que lo decía no podía presagiar nada bueno. Lo miró en silencio, esperando que, fuera lo que fuese, no cambiara las cosas.Pero él parecía más ocupado en excitarla y no podía concentrarse si estaba pensando en lo que tenía que decir. Pero es que sus manos... sus manos estaban por todas partes, presionando un pezón, acariciando sus labios vaginales... Por no hablar de su boca, que la besaba en el cuello, en el hombro... Oh, qué delicia.Pero esa inquietud hacía que no pudiera disfrutar al cien por cien. Colocó la mano sobre la de él para detenerlo.—¿Qué eso tan importante que tienes que decirme?—Bah, nada, poca cosa. —Él intentó de nuevo meter la mano entre sus piernas.—¡Habla!—Pues nada, que te quiero —dijo él con ese tono pedante, como si dijera la hora.Ella se quedó inmóvil al escucharlo. ¿Cómo podía ser tan retorcido? Aunque... era «su retorcido» y lo quería por eso; así que sonrió, le dio acceso y buscó una réplica contundente.—Sólo tú puedes decir algo importante de forma tan enrevesada —le respondió alegre.”
“—Pues no, y he tomado una decisión. No voy a poder vivir con vosotros si os dedicáis a meteros manos. Puaj, qué asco. Quita, quita.—Pero ¿qué dices?—He decidido que ahora, yo, de forma voluntaria, me voy a un internado de ésos. Con tal de no veros más...Dicho lo cual salió por la puerta y la cerró tras ella.—Al final me da la razón —arguyó Thomas, contento.”
“—¿Se puede saber por qué cojones tardáis tanto? —interrumpió una voz.Thomas no se sorprendió al verlo entrar, pero lo que le sentó como una patada en los huevos fue ver a Olivia empezar a babear.—¡Ay, Dios mío! ¡No me lo puedo creer! ¡Ay, que me da algo!—Tranquila mujer —murmuró Nicole a su lado.—¡No sabes la ilusión que me hace conocerte!—Me parece muy bien —dijo Max sorprendido ante su efusividad.Olivia, ni corta ni perezosa, le plantó un par de besos. Y después, para sufrimiento del abogado, se acercó, no para situarse junto a él, no, para pedirle con todo el descaro del mundo su móvil ultramoderno y sacarse fotos.—Es una oportunidad única —se justificó sonriente, mientras Nicole hacía las fotos—. Si no es mucho molestar, ¿me puedes firmar un autógrafo?—Joder, ver para creer —masculló Thomas, cada vez más molesto.—Por supuesto —accedió Max, que parecía más que acostumbrado a esas cosas.—Aquí. —Apartó el cuello de su camiseta, dejando libre una considerable porción de piel sobre su pecho izquierdo—. Una firmita aquí, ya verás cuando lo cuente. —Y para mayor enfado de Thomas agarró un rotulador indeleble y se lo dio.”
“—Buenos días. ¿Interrumpo algo? —saludó la abogada.—Joder... —murmuró entre dientes Thomas—. No me lo puedo creer.—¿Has venido sola? —preguntó Olivia, saludándola con dos besos.—No, Max está abajo renegando y aparcando.—Oh, ¿de verdad? ¿Y va a subir? Lo digo porque me encantaría conocerlo y que me firmara un autógrafo y que...—Creo que alguien se está poniendo celoso...—Pongámonos a trabajar —dijo el novio celoso.—No te pongas así, pichurri —canturreó Olivia para molestarlo.—Empecemos, por favor —insistió Thomas señalando los asientos.”
“¿Y para qué leer? ¿Y para qué escribir? Después de leer cien, mil, diez mil libros en la vida, ¿qué se ha leído? Nada. Decir: yo sólo sé que no he leído nada, después de leer miles de libros, no es un acto de fingida modestia: es rigurosamente exacto, hasta la primera decimal de cero por ciento. Pero ¿no es quizá eso, exactamente, socráticamente, lo que los muchos libros deberían enseñarnos? Ser ignorantes a sabiendas, con plena aceptación. Dejar de ser ignorantes, para llegar a ser ignorantes inteligentes. [...] Quizá, por eso, la medida de la lectura no debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que nos dejan.¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales.”
“Mark Twain dijo: “Los dos días más importantes de tu vida es el día en que naces y el día en que descubres por qué.”No recuerdo el día en que nací, pero recuerdo el día en que descubrí por qué.Su nombre era Deuce.Él era mi “por qué”Y esta es nuestra historia.No es una bonita.Algunas partes de ella son francamente feas.Pero es nuestra.Y porque creo que todo pasa por una razón, no cambiaría nada.”