“«Seremos», repitió Laura en silencio. Kenneth formaba parte del Taormina, jamás sería feliz lejos de allí, ni ella lejos de él. Ese era su sitio y el de ella también. Inspiró profundamente y alzó la barbilla para armarse de valor. —Al diablo las empresas serias, el miedo al futuro y las palabras que no se pueden pronunciar. ¡Cásate conmigo! Kenneth no movió ni un músculo. Segundos después giró para quedar cara a cara, con un ademán tan elegante que a Laura se le agitó la respiración. —Esa frase es mía —dijo con calma. Ella lo miraba desconcertada—. Me refiero a la última, eso me corresponde preguntarlo a mí. La voluminosa presencia del persistente cabecilla se aproximó con paso enérgico. —Oiga, el alcalde ¿va a salir o no? —preguntó con los brazos en jarras. —¿Es que no se puede tener ni un minuto de intimidad? —se revolvió Kenneth indignado—. Mi chica me está pidiendo que me case con ella.”

Olivia Ardey

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“Los manifestantes miraron hacia arriba e irrumpieron en aplausos y vítores. Kenneth alzó la vista; Phillip y Stella parecieron percatarse entonces de que se habían convertido en el espectáculo romántico de la noche. Y el feliz protagonista, animado por el griterío, le dio a Stella un beso de película a la vez que alzaba al público dos dedos abiertos emulando el símbolo de la victoria. Aquello provocó un coro de silbidos. Kenneth sacudió la cabeza con desesperación. —Está claro que nunca seremos una empresa seria —dijo pateando una punta de cigarro que vio junto a su zapato.”


“—En realidad —intervino ella—, todo empezó el día que me tropecé en el hospital con el paciente más irritante del mundo y decidí que tenía que ser sólo para mí. —Eh, yo no lo recuerdo así —contradijo Phillip—. Era yo quien estaba a las puertas de la muerte —la exageración suscitó risas—, cuando me vi atacado sin piedad por una bruja sabelotodo. Kenneth arrugó la frente al ver que Stella, en lugar de darle un capón, se deshacía por dentro y lo besaba en la mejilla con una tierna sonrisa. Curiosos efectos los del amor.”


“Celia escuchó el motor del coche y alzó la vista. Ella había optado por acercarse hasta allí dando un paseo y hacía ya veinte minutos que aguardaba sentada en el hueco del Pozo de las Ánimas.Álvaro se apeó del Mercedes y se acercó rebuscando calderilla en el bolsillo. Cuando estuvo junto a Celia, le dio una moneda.—Dos —pidió ella.Él le entregó otros diez céntimos. Tras un breve silencio, las tres monedas se perdieron en la oscuridad del agujero.—¿Qué has pedido? —curioseó Álvaro, y se sentó a su lado.—Inspiración para dibujar y valor para aceptar un no por respuesta —dijo lo último pensando en el imprevisible y reñido mundo editorial—. ¿Y tú?—Que se cumplan los tuyos —murmuró acariciándole la mejilla.”


“―Incluso tus pies son sexys -murmuró ella.―¿Esa es tu parte preferida de mí? - preguntó él en voz baja tan cerca de su oído que la piel se le puso de gallina en el cuello.―Deberías saber cuál es mi parte preferida de ti.―¿La llamas La Bestia?Ella sonrió. Se imaginó que eso era lo que él pensaba. ―No, pero La Bestia está en el Top Diez.―El Top Diez, ¿eh? -Brian le besó el borde la oreja. Un escalofrió le recorrió la columna.―¿Son mis labios?Ella sacudió la cabeza. ―No, pero también están en el Top Diez.Con la lengua le rozó el punto pulsante bajo su oreja. ―¿La lengua?―No. Mi Top Diez parece muy lleno.Él se echó a reír y la abrazó. ―Es obvio que son mis manos. -Brian las sostuvo frente a ella y flexionó los dedos.―Equivocado de nuevo. Sin embargo es una buena suposición.―De acuerdo, me rindo -dijo él.Myrna se dio vuelta para mirarlo. ―Es tu cerebro.Él cubrió la sorpresa con una sonrisa. ―Bueno, tengo que admitir que esa era la última parte que pensé que dirías.―Controla todas tus otras partes. Es el responsable de tu increíble talento, tanto para la guitarra como en la cama.‖ Brian sonrió. Ella nunca descubriría porque necesitaba que lo completara cuando tenía groupies gritando por su piedad. ―Te hace decir cosas que mehacen reír y pensar. Te da esa dulce y romántica racha que trato de resistir. Tu personalidad, tu talento, tu corazón y tu alma. Lo que te hace ser tú. Todo eso está en tu asombrosa mente. No me malinterpretes. El cuerpo que tienes también es fabuloso.―Creo que me estoy sonrojando.”


“—¿Te das cuenta de cómo hemos cambiado, Kenneth? reflexionó en voz alta—. ¿La oyes? —señaló con la cabeza hacia su derecha—. El primer día en el hospital esa risa me robó el corazón y ahora es suyo para siempre.—Mañana regresarás a tu mundo —dijo él enfrentando su mirada. —Mi mundo es éste también. —No —contradijo tomándola por los hombros—. Ésta es tu fantasía. Y no te das cuenta que la escapada que tú vives como una ilusión, es mi vida real. Cuando estés en Boston, lo verás todo con otros ojos.(...)—Tú eres una poderosa razón para volver. La única que me importa.”


“Harper se acercó a mí con un propósito en la mirada, y con un último vistazo hacia Art, cruzó. No vi el dolor y el miedo que había sufrido durante todos esos años. No la viaterrorizada, y tampoco vi la pesadilla que había sido su estancia en el hospital psiquiátrico.Lo que vi fue cómo su padre la cogía y se la subía a los hombros mientras ella le señalabala ruta a seguir a través de los árboles que había en la parte trasera de la propiedad. Vi a su perro, un golden retriever llamado Sport, que le lamió los dedos hasta que ella no pudo soportar las cosquillas. Y vi el primer beso que le dio Art. Ella estaba en el instituto, viendo uno de los partidos de baloncesto en los que él participaba. Art se había lesionado y estaba en el vestuario. Harper corrió a ver cómo estaba. Estuvo a punto de desmayarse al ver el enorme bulto del brazo que tenía sujeto al costado, donde el hueso casi atravesaba la piel.Art se había tapado los ojos con el otro brazo para ocultar su angustia. Harper se acercó y, antes de que se diera cuenta de lo que ocurría, él le rodeó la cabeza con la mano y tiró de ella hasta que sus labios se unieron.Y luego cruzó.Ese toque romántico, la agonía del amor perdido, fue mi perdición.”