“El propietario de una tienda, al que le gustaba hablar de manera más lacónica, le explicó que el cliente no compra en realidad una prenda de vestir, sino una fantasía. Que lo que de veras quería comprar era el sueño de poder ser como los "otros" que vestían aquella ropa.”
“Cuando el jardín de la memoria comienza a secarse -le había dicho Celâl una de aquellas noches-, uno tiembla con amor por los últimos árboles y rosales que le quedan. Los riego y los acaricio de la mañana a la noche para que no se sequen: ¡recuerdo, recuerdo que no quiero olvidar! ”
“De hecho, ¿qué es leer sino dibujar en el silencioso cinematógrafo de nuestra mente una de las cosas que el escritor nos describe con letras?”
“Sin duda cada ser tiene, en el universo de lo escrito, una obra que le convertirá en lector, suponiendo que el destino favorezca su encuentro.Lo que Platón dice de la mitad amorosa, ese otro ser que circula por alguna parte y que conviene encontrar a riesgo de permanecer incompleto hasta el día de tu muerte, es todavía más auténtico en el caso de los libros.”
“La sabiduría de una ciudad no hay que medirla por los sabios que acoge, ni por sus bibliotecas, ni por sus ilustradores, calígrafos y medersas, sino por el número de crímenes tortuosos cometidos en sus calles oscuras a lo largo de miles de años.”
“No hay, en el tumulutoso pecho del hombre, una pasión más fuerte que la de imponer su creencia a los otros, Nada puede sacar la raíz de su dicha y llenarla de ira como saber que otro desprecia lo que él venera. [...] No es el amor a la verdad sino el deseo de prevalecer el que opone un barrio a otro barrio y hace que una parroquia premedite la ruina de otra parroquia. Todos prefieren la paz de espíritu y la sujeción de los otros al triunfo de la verdad y la apoteosis de la virtud.”
“El peor tipo de llanto no era el tipo que todos podían ver, los lamentos en las esquinas, el desgarro de la ropa. No, el peor tipo es cuando tu alma lloraba y no importa lo que hagas, no hay manera de consolarla. Una parte se marchita y se convierte en una cicatriz en la parte de tu alma que sobrevive. Para la gente como Echo y yo, nuestras almas contenían más tejido cicatrizante que vida misma.”