“Pero no soy tan viejo. Todavía no. Ni mucho menos. Quien piense que los niños son dulces e inocentes es que nunca ha sido niño, o lo ha olvidado. Y quien piense que los hombres no son a veces hirientes y crueles no debería salir a menudo de su casa. Y desde luego nunca ha sido fisiólogo. Nosotros, más que nadie, vemos los efectos de la crueldad.”
“Los viejos tiempos no pueden repetirse. Como su nombre indica, son viejos. Los nuevos tiempos nunca pueden ser como los viejos. Cuando lo intentan, parecen viejos y agotados, como quienes los echan de menos. Nunca deberían añorarse los viejos tiempos. El que añora los viejos tiempos es un viejo añorante.”
“Cuando te ataquen con magia, corre, reza o arroja piedras; muchos magos no son más que un fraude, y puedes salir airoso aun cuando tu corazón tiemble. O bien puedes permanecer tranquilo y murmurar cualquier cosa mientras mueves fluidamente tus manos. Algunos practicantes del arte son tan cobardes que pueden salir huyendo ante esto. Y, en cuanto a los otros, al menos, cuando los hombres hablen de tu muerte días más tarde, dirán: "Nunca supe que fuese un mago; lo mantuvo en secreto todos estos años. Debe de haber sido un tipo inteligente". Desde luego, algunos no estarán de acuerdo con esto.”
“Conozco un planeta en el que hay un señor coloradote. Nunca ha olido una flor. Nunca ha mirado una estrella. Nunca ha querido a nadie. Nunca ha hecho más que sumas. Y todo el día anda repitiendo como tú: “¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!”. Y con eso se hincha de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!…”
“... recuerdo que lo que hace especial a una ciudad no son solo su topografía ni las apariencias concretas de edificios y personas, la mayor parte de las veces creadas a partir de casualidades, sino los recuerdos que ha ido reuniendo la gente que, como yo, ha vivido cincuenta años en las mismas calles, las letras, los colores, las imágenes y la consistencia de las casualidades ocultas o expresas, que es lo que mantiene todo unido.”
“Luego, dirigiendo una postrer mirada sobre aquel apuesto joven, que tendría lo más veinticinco años y a quien dejaba anegado en su sangre, privado de sentido y quizá muerto, suspiró pensando en el extraño destino que obliga a los hombres a destruirse unos a otros por los intereses de personas que les son extrañas en absoluto, y que algunas veces ni siquiera saben que existen.”