“Me sentí vacía en cuanto desapareció de mi campo de visión.Volví a fruncir el ceño pero esta vez no era por el dolor de cabeza.Podía sentir como ese hilo que me unía a él iba arrastrando tras de tu paso pequeños trocitos de mi corazón.”
“—Gracias por traerme. —Me acerqué a él para despedirme con un beso en la mejilla, pero él corrió su cara y nuestros labios se terminaron rozando. Me alejé de él de un golpe—. No.—Dijiste que no ibas a analizarlo.—No quiero usarte.Sus ojos se volvieron más pequeños y esa sonrisa traviesa que lo caracterizaba se puso en sus labios y en sus ojos—. Soy utilizable, no me preocupo por eso.”
“Pero ahora él no está y tú no eres feliz, ni se te ocurra negármelo. Te conozco incluso mejor de lo que me conozco a mí. Te quiero conmigo y punto, y no me voy a quedar esperando que aparezca otro y te alejes de nuevo.”
“—¿No te das cuenta, Chia? Ahora sí puedo admitir que te extraño. Cambia todo. ¿Me extrañas?No.—No lo sé.Cerró los ojos, como dándose cuenta de que había llegado muy tarde.”
“Alexander, me has roto el corazón. Pero por haberme llevado a tu espalda, por tirar de mi trineo de muerte, por darme tu último pedazo de pan, por el cuerpo que te destrozaste pormí, por el hijo que me has dado, por los veintinueve días que vivimos en el paraíso,por todas nuestras arenas blancas de Naples y nuestros vinos de Napa, por todos losdías que has sido mi primer y mi último aliento, por Orbeli... Te perdonaré.”
“A veces pensaba que si conseguía situación como un producto de mi estructura mental o de mis carencias espirituales me libraría del dolor, pero como eso me revelaba como a alguien débil en exceso dependiente del cariño de una madre-ángel-amante salvadora, nunca llegaba hasta el final de ese tipo de consideraciones, y para no dejarme llevar por la desesperación la mayor parte de las veces intentaba convencerme de que estaba venciendo mi dolor nadando de espaldas. Pero sabía perfectamente que me engañaba a mí mismo.”
“Hacía apenas unas horas, tenía a mi corazón por un navío capaz de romper las aguas de un océano enfurecido. Ya sabía que no era precisamente el más sólido del mundo, pero creía en el poder de mi entusiasmo.”