“En el tapiz de la existencia de Alexander había un único hilo que no podría romperse con la muerte, el dolor, la distancia, el tiempo, la guerra o el comunismo. «No hay nada capaz de romperlo —susurró Tatiana. Y con su aliento, su cuerpo y sus labios, añadió—: Mientras yo esté en el mundo, mientras respire, tú perdurarás, soldado.»”

Paullina Simons

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“No había dejado de desearla un solo instante. La encontraba en los oscuros dormitorios de los pueblos vencidos, sobre todo en los más abyectos, y la materializaba en el tufo de la sangre seca en las vendas de los heridos, en el pavor instantáneo del peligro de muerte, a toda hora y en todas partes. Había huido de ella tratando de aniquilar su recuerdo no sólo con la distancia, sino con un encarnizamiento aturdido que sus compañeros de armas calificaban de temeridad, pero mientras más revolcaba su imagen en el muladar de la guerra, más la guerra se parecía a Amaranta. Así padeció el exilio, buscando la manera de matarla con su propia muerte...”


“Hay un momento, un instante en la eternidad. Antes de descubrir la verdad el uno sobre el otro. Ese simple momento es el que nos impulsa a través de la vida - cuando nos sentimos como si estamos en el borde de nuestro futuro, de pie sobre el abismo, antes de saber a ciencia cierta que amamos. Antes de saber a ciencia cierta que amamos para siempre.”


“Todas las naciones eran diferentes. Los rusos no tenían rivales en el sufrimiento, los ingleses en su reserva, los norteamericanos en su amor por la vida, los italianos en su amor por Cristo y los franceses en sus esperanzas de amor. Por lo tanto, cuando hicieron el vestido para Tatiana, lo hicieron cargado de promesas. Lo hicieron como si quisieran decirle: Póntelo, cherie, y con este vestido tú también serás amada como nosotros amamos; póntelo y el amor será tuyo. Así que Tatiana nunca desesperaba con su vestido blanco con las rosas rojas.Si lo hubiesen hecho los norteamericanos, estaría feliz. Si lo hubiesen hecho los italianos, hubiese comenzado a rezar, si lo hubiesen hecho los británicos, cuadraría los hombros, pero como lo habían hecho los franceses, nunca perdía las esperanzas.”


“Alexander, me has roto el corazón. Pero por haberme llevado a tu espalda, por tirar de mi trineo de muerte, por darme tu último pedazo de pan, por el cuerpo que te destrozaste pormí, por el hijo que me has dado, por los veintinueve días que vivimos en el paraíso,por todas nuestras arenas blancas de Naples y nuestros vinos de Napa, por todos losdías que has sido mi primer y mi último aliento, por Orbeli... Te perdonaré.”


“Ahora es preciso que desheches la pereza; que no se alcanza la fama reclinado en blanda pluma ni al abrigo de colchas; y el que consume su vida sin gloria, deja en pos de sí el mismo rastro que el humo en el aire o la espuima en el agua. Ea, pues, levántate; domina la fatiga con el alma, que vence todos los obstáculos mientras no se envilece con la pesadez del cuerpo.”


“¿Es que no te acuerdas de lo que te dije en Berlín, cuando estábamos perdidos en el bosque, luchando para rebelarnos contra nuestro destino?—Sí —le contestó Tatiana, rodeándole el cuello con las manos, cerrando los ojos—. Dijiste que ya me habías dejado marchar una vez, que viviríamos juntos o moriríamos juntos.—Eso es —dijo Alexander—. Y esta vez, viviremos juntos.”