“Si lo que tú has encontrado está formado por materia pura, jamás se pudrirá. Y tú podrás volver un día. Si fue sólo un momento de luz, como la explosión de una estrella, entonces no encontrarás nada cuando regreses. Pero habrás visto una explosión de luz. Y esto solo ya habrá valido la pena.”

Paulo Coelho
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“Una explosión de sol... todo se volvió iridiscente y se resquebrajó, como si los objetos y los humanos contuvieran luz. Fue la entrada más luminosa a la oscuridad.”


“El Enemigo es una parte de Ágape y está allí para poner a prueba nuestra mano y nuestra voluntad en el manejo de la espada. Fue colocado en nuestras vidas, y nosotros en la vida de él, con un propósito. Este propósito tiene que ser satisfecho. Por eso, huir de la lucha es lo peor que puede sucedernos. Es peor que perder la lucha, porque en la derrota siempre podemos aprender algo, pero en la fuga todo lo que logramos es declarar la victoria de nuestro Enemigo.”


“Pero nunca debemos olvidar que una experiencia espiritual es sobre todo una experiencia práctica del Amor. Y en el amor no existen reglas. Podemos intentar guiarnos por un manual, controlar el corazón, tener una estrategia de comportamiento… Pero todo eso es una tontería. Quien decide es el corazón, y lo que él decide es lo que vale. Todos hemos experimentado eso en la vida. Todos, en algún momento, hemos dicho entre lágrimas: «Estoy sufriendo por un amor que no vale la pe-na.» Sufrimos porque descubrimos que damos más de lo que recibimos. Sufrimos porque nuestro amor no es reconocido. Sufrimos porque no conseguimos imponer nuestras reglas. Sufrimos impensadamente, porque en el amor está la semilla de nuestro crecimiento. Cuando más amamos, más cerca estamos de la experiencia espiritual. Los verdaderos iluminados, con las almas encendidas por el Amor, vencían todos los prejuicios de la época.”


“Citaría a Platón, ya que estaría ante un intelectual. Según él, al principio de la creación, los hombres y las mujeres no eran como son hoy; había sólo un ser, que era bajo, con un cuerpo, pero cuya cabeza tenía dos caras, cada una mirando en una dirección. Era como si dos criaturas estuviesen pegadas por la espalda, con dos sexos opuestos, cuatro piernas, cuatro brazos.Los dioses griegos, sin embargo, eran celosos, y vieron que una criatura que tenía cuatro brazos trabajaba más, dos caras opuesta estaban siempre vigilantes y no podían ser atacadas a traición, cuatro piernas no exigiían tanto esfuerzo para permaneces de pie o andar durante largos períodos. Y lo que era más peligroso: la criatura tenía dos sexos diferentes, no necesitaba a nadie más para seguir reproduciéndose en la Tierra.Entonces dijo Zeus, el supremo señor del Olimpo: Tengo un planpara hacer que esos mortales pierdan su fuerza.Y con un rayo, partió a la criatura en dos, y así creo al hombre y a la mujer. Eso aumentó mucho la población del mundo, y al mismo tiempo desorientó y debilitó a los que en él habitaban, porque ahora tenían que buscar su parte perdida, abrazarla de nuevo, y en ese abrazo recuperar la antigua fuerza, la capacidad de evitar la traición, la resistencia para andar largos períodos y soportar el trabajo agotador. A ese abrazo donde los dos cuerpos se confunden de nuevo en uno lo llamamos sexo. ”


“La viuda sonrio, sus ojos brillaron y el pudo observar lo bonita que era... Elias lleno otra vez la copa. Su corazon empezaba a alarmarse; le gustaba estar al lado de aquella mujer. El amor podia ser una experienncia mas temible que estar ante un soldado de Ajab con una flecha apuntandole al corazon. Si la flecha lo alcanzase, el estaria muerto, y el resto quedaria a cargo de Dios; pero si el amor lo hiriera, el mismo tendria que asumir las consecuencias.”


“Damos por sentada la luz del día. En cambio, la luz de la luna es otra cuestión. Es inconstante. La luna llena mengua y reaparece. Las nubes pueden oscurecerla hasta un punto que no pueden oscurecer la luz del día. El agua es necesaria para nosotros, pero una cascada no lo es. Y siempre que encontramos una cascada, no es sino algo superfluo, un bello ornamento. Necesitamos la luz del día, pero no la luz de la luna. Cuando llega, no cubre ninguna necesidad. Transforma. Cae sobre los márgenes y la hierba, separando una larga brizna de otra; convirtiendo un montón de hojas marrones y mates en innumerables y álgidos fragmentos; o iluminando las ramas húmedas como si la propia luz fuera dúctil. Sus largos rayos se derraman, blancos y afilados, entre los troncos de los árboles, y palidecen y retroceden al penetrar en la brumosa distancia de los bosques de hayas.”