“Me regaló un ordenador portátil, el libro de Edgar Allan Poe y su última sonrisa con un consejo: "Nunca cambies esto por los libros. Los jóvenes creéis que todo está en Internet, que los libros son una especie en extinción. Un libro no se bloquea, ni se borra de repente, ni necesita pilas ni electricidad. Lo puedes leer en el parque, en la cama antes de dormir y hasta en el cuarto de baño. No hay goce como el de pasar las páginas, sentir su tacto y oler la fragancia de unas hojas recién impresas". No he olvidado sus palabras, fue lo más valioso que me dejó mi abuelo.”

Rosa Huertas

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“Recordar lo que para mí han sido los primero libros me exige olvidar desde el principio todo lo que sé de libros. Ciertamente toda mi actual sabiduría se basa en la disposición con la que ya entonces me enfrentaba al libro. Pero así como en el día de hoy tema y contenido, objeto y materia, se enfrentan al libro como algo exterior, entonces se encontraba todo fundido en él, no era algo independiente de él. El mundo abierto en el libro y el libro mismo no podían separarse bajo ningún concepto: formaban un todo perfecto. De esta forma, junto al libro, también podían cogerse con la mano su contenido, su mundo, como si tuvieran asas. Y este mundo, el contenido, glorificaban a su vez al libro en todas sus partes: palpitando en él, iluminado desde él. Y no sólo anidaban en la portada o en los grabados. Su casa estaba también en los títulos de los capítulos, en las letras especiales con que empezaban, en los puntos y aparte, en las columnas, etc. Los libros no se leían sin más, no; se vivían, se moraba entre sus líneas...”

Walter Benjamin
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“El budismo, el cristianismo y el marxismo deben su origen a individuos y ninguno de ellos podría haber surgido en un estado totalitario. Si bien Galileo fue maltratado por la Inquisición, lo fue de una manera relativamente leve en comparación con los métodos modernos. Ni lo mataron, ni quemaron sus libros, ni sus seguidores fueron liquidados. Tan sólo ha sido en los tiempos modernos, en verdad desde el final de la primera Guerra Mundial, cuando la persecución se ha convertido en un procedimiento científico y eficiente.”

Bertrand Russell
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“No le fue fácil meter en la maleta el dia en que hicieron su primera cumunión las tres juntas.La vela, el libro y la foto afuera de la iglesia cupieron muy bien, pero no así el sabor de los tamales y del atole que nacha les había preparado y que habían comido después en compañia de sus amigos y familiares. Cupieron los huesitos de chabacano de colores, pero no así las risas cuando jugaban con ellos en el patio de la escuela, ni la maestra Jovita, ni el columpio, ni el olor de su recámara, ni el del chocolate recién batido. Lo bueno es que tampoco cupieron las palizas, los regaños de Mamá Elena, pues Tita cerró muy fuerte la maleta antes de que se fueran a colar.”

Laura Esquivel
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“A veces, lees un libro y te llena con este fervor evangélico raro, y te convences de que el mundo destrozado que nunca se pondrá de nuevo junto a menos que y hasta que todos los seres humanos lean el libro. Y luego están los libros como Una Aflicción Imperial, que no puedes decirle a la gente sobre, libros tan especiales y raros y tuyos de que la publicidad de su afecto se siente como una traición.”

John Green
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“Recorrí pasillos y galerías en espiral pobladas por cientos, miles de tomos que parecían saber más acerca de mí que yo de ellos. Al poco, me asaltó la idea de que tras la cubierta de cada uno de aquellos libros se abría un universo infinito por explorar y de que, más allá de aquellos muros, el mundo dejaba pasar la vida en tardes de fútbol y seriales de radio, satisfecho con ver hasta allí donde alcanza su ombligo y poco más. Quizá fue aquel pensamiento, quizá el azar o su pariente de gala, el destino, pero en aquel mismo instante supe que ya había elegido el libro que iba a adoptar. O quizá debiera decir el libro que me iba a adoptar a mí. Se asomaba tímidamente en el extremo de una estantería, encuadernado en piel de color vino y susurrando su título en letras doradas que ardían a la luz que destilaba la cúpula desde lo alto. Me acerqué hasta él y acaricié las palabras con la yema de los dedos, leyendo en silencio.La Sombra del VientoJULIÁN CARAX.”

Carlos Ruiz Zafon
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