“—¿Con cuántos has salido tú? —le preguntó.—¿Te refieres a los de estar un par de meses, o a los de pasar un buen rato sin compromisos?—No sé… todos en general… ¿Cuántos?—¿Te crees que me dedico a contarlos o qué?Fue como si le tirasen encima un jarro de agua fría. Entonces, el beso que se habían dado en el cuarto de baño aquella noche, con el historial de Kelsey,no debía de haber significado nada para ella. Claro que para él tampoco,¡faltaría más! Un beso. Un beso… tonto, estúpido e insignificante. Solo eso. Sonríofalsamente e intentó pensar en algo que pudiese dañarla, porque en esemomento, sin saber por qué, él también se sentía extrañamente dolido. —Vaya, así que ¿los jóvenes salidos de la urbanización te conocen como«Kelsey, la chica a domicilio»? —¿Qué estás insinuando?Se levantó del sofá y puso los brazos en jarras. Enarcó las cejas.—Lo que has oído, exactamente. Ni más, ni menos.—¡No te atrevas a insultarme! ¡Ni siquiera me conoces, James!—Ya, pero tú has dicho que tu lista de tíos es tan larga que ni siquiera puedes llevar la cuenta. —Se encogió de hombros y, muy en el fondo, advirtió lasatisfacción que sentía al ver el rostro enojado de Kelsey. Al fin y al cabo, éltambién estaba enojado”

Silvia Hervás Besos de murciélago
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“—James, ¿puedo hacerte una pregunta?—Eh… NO.—¿Alguna vez has tenido novia?—¿Es que no me has oído? Te prohíbo que me preguntes cosas.—Eso significa que siempre has estado soltero, ¿verdad?James comenzó a ruborizarse lentamente, y sus mofletes se tornaron de un gracioso tono rojizo. Se incorporó en el sofá, sentándose y mirándola.—Pues claro que no. Soy el sex symbol del instituto.—¿De veras? No me lo creo.—Abre los ojos, mírame fijamente y verás cómo se te despejan las dudas.Kelsey rió descaradamente. Su ego no tenía límites.—¿Y con cuántas chicas has salido?—¡Sabía adónde querías llegar, vieja picarona! —La apuntó con un dedo acusador—. No pienso decírtelo. Te quedarás con las ganas de saberlo.Kelsey se acercó a James, rompiendo la normativa de espacio vital individual que ambos habían acordado. Él pareció sentirse intimidado y la mirócon una mezcla de miedo y desconcierto. —¡Va, James! ¡No te hagas el malote! —Le dio un pequeño codazo—.¡Venga, sex symbol, cuéntame a cuántas fashion victims te has llevado a lacama!”


“—Pues tampoco está tan mal… —comentó James en voz alta.—¿Qué es lo que no está tan mal?Sorprendido, dejó caer el sujetador al suelo. Era Kelsey, que le observaba con atención a apenas dos metros de distancia. Estaba de brazos cruzados y, ajuzgar por la agria expresión de su rostro, seguía cabreada. —Decía que…, nada, que no está tan mal esto de tender la ropa —mintió.—Me alegra. Espero que te sirva de lección y lo hagas más a menudo.—No lo dudes —añadió, esforzándose por no reír.—¿Sabes?, hoy estás un poco raro.—Así soy yo: raro y exclusivo —aclaró.—No eres exclusivo en el buen sentido de la palabra, James. En todo caso serías… repulsivo.James frunció el ceño, molesto.”


“James se disponía a contestar el último comentario de Kelsey cuando oyóun extraño ruido en la cuneta. Se giró sobresaltado. —¿Qué ha sido eso? —preguntó señalando la maleza. —¿Un oso, un lobo, un tigre…? —Kelsey sonrió con ganas—. ¿Qué pasa, tienes miedo? James le dirigió una mirada sombría. —Tranquila, después de haberos conocido a ti y al resto de tu familia ya no tengo capacidad para temer nada más —dijo—. Con el día de hoy ha sido más que suficiente.”


“— Kelsey, ¿entiendes que… te quiero?Más y más silencio. Ambos en un mundo paralelo, lejos de todos los demás. Kelsey tragó saliva despacio y advirtió que estaba a punto de llorar.— Sí.— Entonces lo entiendes todo —concluyó James.”


“—El tío James es un gruñón —le explicó Kelsey al perro después de queeste le diese un húmedo lametón—. Se hace el duro, pero después de un par dedías contigo ya verás cómo acaba rendido a tus pies… El perro ladró feliz, como si comprendiese las palabras de Kelsey mientrasmovía frenéticamente el rabo. James dio varios pasos hacia atrás.—¿Cómo que un par de días? —preguntó, acalorado por la cantidad deemociones negativas que se agolpaban en su interior. Kelsey le miró confundida.—¡Hombre, no lleva collar, parece que no tiene dueño! Y está solito… —Dedicó un puchero al animal mientras le daba mimos. El perro gimoteóagradecido. Después Kelsey le dirigió una desagradable mirada a James—.Además, si te hemos recogido a ti, ¿cómo no vamos a acoger a este perro, quees más adorable y simpático que tú? El animal le lamió de nuevo la mejilla derecha. James miró asqueado lafeliz escena. —¿Acabas de compararme con un perro?”


“—¿Ya has comprado mi regalo? —preguntó emocionado.—¿Se puede saber por qué has tardado tanto? Estoy cansada de esperarte. Ya he visto todo el centro comercial.James ojeó las bolsas, ignorando sus palabras. Le encantaban los regalos, especialmente cuando eran para él. Se frotó las manos.—¿Qué es? ¿No piensas decírmelo?—No sé de qué demonios me hablas.—¡De mi regalo! ¡Vamos, Kelsey, vamos, dámelo YA!La zarandeó de un lado a otro, mirándola fijamente.—En serio, estás fatal. Eres un enfermo.—Vale, pero este (atractivo) enfermo quiere saber qué le has comprado.—¿Y tú? ¿Qué me has comprado a mí? —Kelsey se encaró con él, alzando los hombros.—Nada.—¿Nada? ¡Serás desgraciado!”