“Lo que Weirdo detesta de Abel: su docilidad, su fragilidad, su miedo, su incapacidad para enfrentarse a sus propias circunstancias y su cobardía. Sobre todo, su cobardía. Le odia cada vez que baja la cabeza y dice: "sí, madre". Cada vez que permite que le traten como si aún fuera un bebé. Cada vez que cumple órdenes que no entiende, que no comparte, que hace algo que él jamás haría. Por las venas de Weirdo bulle el deseo de rebelarse. Arrebatarle al otro, al dócil, al sumiso, al conformista, las riendas de su vida y, por una vez, hacer lo que le dé la gana. Por una vez...”