“Lo que nunca jamás pudimos medir fue nuestro amor, porque era infinito. Era, si, como cuando Palinuro le preguntaba al abuelo cuánto lo quería. - Mucho, muchísimo le contestaba el abuelo Francisco. - Pero ¿cuánto, cuánto abuelo? ¿De aquí a la esquina? - Más, mucho más. - ¿De aquí al Parque del Ajusco? - Más, muchísimo mas: de aquí al cielo de ida y de regreso, yéndose por el camino mas largo de todos y regresando por un camino todavía más largo. Y eso después de dar varios rodeos, de perderse a propósito, de tomar un café con leche en Plutón, de recorrer los anillos de Saturno en patín del diablo y de dormir veinte años como Rip Van Winkle, en uno de esos planetas donde las noches duran veintiún años: porque a mi me gusta levantarme temprano, cuando menos un año antes de que amanezca.”
“Al salir, el vuelo de las campanas y la lluvia de pétalos que los recibió en el atrio, pusieron el punto final al lienzo que Brunilda y Julián habían ido bordando a lo largo de esos meses en que la duda, la desconfianza, el miedo, la pasión y por fin la entrega, los condujeron al hallazgo del tesoro más valioso: un amor forjado en la realidad y no en mera ilusión, un sentimiento que sabía tanto de penurias como de valentía.Un amor verdadero.”
“Feliz emprendí mi largo camino a casa en la fría noche. Aquí y allá tropecé aún con estudiantes que se retiraban a dormir alborotando y haciendo eses. Muy a menudo había comparado su singular manera de divertirse con mi vida solitaria, unas veces con cierta envidia y otras con desprecio. Pero nunca había sentido como hoy, con plena serenidad y secreta energía, cuán poco me atañía aquello y cuán lejano y perdido era para mí aquel mundo. Me acordé de los honrados filisteos de mi ciudad natal, viejos señores rebosantes de dignidad que conservaban los recuerdos de sus años estudiantiles como la memoria de un bienaventurado paraíso y consagraban a la perdida «libertad» de aquellos años un culto como el que los poetas y otros románticos dedican a su infancia. ¡En todas partes sucedía lo mismo! Todos los hombres buscaban la «libertad» y la «felicidad» en un punto cualquiera del pasado, sólo por miedo a ver alzarse ante ellos la visión de la responsabilidad propia y del propio singular camino. Durante un par de años alborotaban y bebían, para someterse luego al rebaño y convertirse en señores graves al servicio del Estado. Era verdad lo que Demian afirmaba: nuestro Mundo estaba carcomido, y esa estupidez estudiantil era aún menos estúpida y menos despreciable que ciertas otras.”
“- Dime, ¿de verdad crees que éste es el espectáculo más deslumbrante del mundo?-¿Eh?-No. Ni por asomo. Probablemente ni siquiera es el número cincuenta de la lista de los espectáculos más deslumbrantes del mundo. Tenemos un tercio de la capacidad del circo Ringling. Ya has descubierto que Marlena no pertenece a la realeza rumana. ¿Y Lucinda? De 400 kilos nada, 200 como mucho. ¿Y tú crees que a Frank Otto le tatuaron unos furiosos cazadores de cabezas de Borneo? No fastidies. Antes era un montador del Escuadrón Volador. Se pasó 9 años trabajándose la tinta. ¿Y sabes lo que hizo Tío Al cuando murió el hipopótamo? Cambio el agua por formol y siguió exhibiéndolo. Estuvimos dos semanas viajando con un hipopótamo en conserva. Todo es ilusión, Jacob, y no tienen nada de malo. Es lo que la gente quiere que le demos. Es lo que espera de nosotros.”
“Regresar resulta un tanto raro. Si uno viaja a alguna parte, no piensa ya en el estado de la gente y de los lugares que se dejan atrás. Pero cuando regresas después de un largo periodo de ausencia, es como un golpe en la cabeza o un terremoto en toda regla. De pronto, todo tiene un aspecto distinto. Las montañas son más bajas, el agua mucho menos profunda, los largos caminos terminan abruptamente, personas que hasta hace poco decían: "Eso tú no lo entiendes. No te entremezcles", te escuchan y asienten amablemente, el póster en la pared, que te ha costado todo tu dinero, ha perdido toda importancia y los ojos de mamá están a la misma altura que los de una misma.”
“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos; íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.”