“Hay que ser tan viejo como la Creación, y al mismo tiempo tan joven como si aún no se hubiera nacido... Hay que entregarse, abandonarse. Hay que perderse y volverse a encontrar. Las llamas del alma no deben apagarse nunca. ¡Hay que arder sin cesar, hay que quemarse y apagarse y volverse a encender!”
“Una persona sin sueños es alguien tan pequeño... Tan pequeño, tan inútil... Da pena ver a una persona que sólo tiene lo cotidiano, la realidad de lo cotidiano. Es como un árbol sin hojas. Hay que poner hojas en los árboles. Pegarles un montón de hojas para que se conviertan en árboles altos y hermosos. Y si por casualidad hay hojas que caen, se añaden otras. Más y más, sin desanimarse... Las almas respiran en el sueño. La grandeza del hombre se cuela en el sueño. Hoy ya no respiramos, nos ahogamos. Hemos suprimido los sueños, como hemos suprimido el alma y el Cielo...”
“Hay lugares en que varios tiempos están ocurriendo a la vez y lugares en que apenas queda tiempo, y tiempos en que apenas hay lugar.”
“El llanto es tan saludable como el sudor, y más poético. Hay que aplicarlo siempre que sea posible como la medicina antigua aplicaba la sangría.”
“El amor y la fe van de la mano. No se puede tener uno sin la otra. Y como todos sabemos, no siempre es seguro dar ese paso. A veces se juzga equivocadamente, y se acaba mordiendo el polvo. Pero a menos que demos ese paso, nunca sabremos qué hay del otro lado. Hay que buscar agallas para hacerlo.”
“No solo hay que estar dispuesto a soportar el dolor y el sufrimiento sino que tambièn hay que asumir la soledad, la cruda realidad de que la niña pequeña que una vez fue, no tuvo -y no tendrà jamàs- los padres que necesitaba y hubiera deseado.”