“Se estaba despidiendo y ni siquiera lo sabía.”
“Existen distintas clases de libros. Muchos hay que ni siquiera se los abre; y pocos que se copian en los muros.”
“¿Te sientes bien Elizabeth?- Pregunta esa voz que recorre hasta lo más profundo de mis entrañas. De nuevo todo se silencia entre los dos. El tiempo se detiene y a mi alrededor no hay nada, ni siquiera luces multicolores flotando como siempre. No hay voces, ni vibras. Solamente su mirada y la mía. [pp. 48]”
“Y allí estaba yo. Y ellas me vieron y yo las vi. ¿Y qué fue lo que vi? Ojeras. Labios partidos. Pómulos brillantes. Una paciencia que no me pareció resignación cristiana. Una paciencia como venida de otras latitudes. Una paciencia que no era chilena aunque aquellas mujeres fueran chilenas. Una paciencia que no se había gestado en nuestro país ni en América y que ni siquiera era una paciencia europea, ni asiática ni africana (aunque estas dos últimas culturas me son prácticamente desconocidas). Una paciencia como venida del espacio exterior. Y esa paciencia a punto estuvo de colmar mi paciencia.”
“Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.”
“Se había marchado y eso era algo para lo que no iba a estar preparado ni en cincuenta y tres días, ni en cincuenta y tres años ni en cincuenta y tres siglos.”