“Si alguien me hubiera dicho hace un par de semanas que iba a estar en México con Alex y que él iba a estar caminando a través de la playa con una sonrisa en su cara, habiéndonos reservado una habitación, me habría caído muerta de la emoción. Habría necesitado desfribiladores para traerme de vuelta. Pero aquí estaba él, caminando a través de la arena hacía mí, y era mío. Y no había caído muerta. Al contrario, me sentía muy, muy viva.”